Cristobalina
Fernández de Alarcón
Cristobalina Fernández de Alarcón (Antequera,
provincia de Málaga, 1576 - íd., 16 de
septiembre de 1646) fue una poetisa malagueña
del Siglo de Oro.
Fue hija natural, pero reconocida, del escribano público Gonzalo Fernández
Perdigón, quien le dejó en herencia la quinta parte de todos sus bienes, según
testamento otorgado el 6 de mayo de 1597. Su familia era pudiente y su tía
Beatriz de Rivera pudo dispensarle una excelente educación gramatical y latina
con preceptores como Bartolomé Martínez y Juan de Aguilar, de forma
que pasó a formar parte del colectivo femenino de humanistas que Quevedo llamó
despectivamente "hembrilatinas", junto con Luisa Sigea, Francisca de Nebrija, Luisa de
Medrano y Beatriz
Galindo, entre otras; dentro de ellas fue la poetisa más importante
e influyente.
En 1591 contrajo un primer matrimonio con el comerciante malagueño Agustín
de los Ríos en Santa María, del que enviuda en 1603; luego celebró sus segundas
nupcias en 1606 con el estudiante de ascendencia portuguesa Juan Francisco
Correa, con quien tendría cuatro hijos: María, Manuela, Ana y Francisco. No se
conserva toda su obra. Ganó diversos certámenes literarios, lo que le valió las
críticas airadas de Francisco de Quevedo y de Luis de Góngora. De su abundante obra, sin
embargo, no más han subsistido quince poemas.
Sostuvo una relación platónica con el poeta de la Escuela antequerano-granadina Pedro de
Espinosa, que le inspiró su «Canción amorosa» y aparece en sus
versos con el nombre de "Crisalda"; despechado, Pedro De Espinosa se
hizo sacerdote y se retiró a la ermita de la Magdalena tras el segundo
matrimonio de la escritora. Con su segundo marido vivió en Estepa entre 1614 y
1616, trabajando para el marqués de Estepa. Enviudó por segunda vez
y se trasladó de nuevo a Antequera con una de sus hijas. Cultivó temas religiosos
y místicos, pero también los profanos, ganando numerosos premios en justas y
certámenes poéticos con sonetos, quintillas y comedias en verso. Cuando Lope de Vega llegó
a Antequera en 1602, la visitó y la alabó como la «musa antequerana» o la
«sibila de Antequera» en su Laurel de Apolo.
En 1615 escribió su poema más famoso para celebrar la beatificación
de Santa Teresa de Jesús, premiada en unas
justas poéticas en Córdoba en 1616. Está sepultada en la
parroquia de San Sebastián de su Antequera natal.
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