viernes, 30 de enero de 2015
jueves, 29 de enero de 2015
martes, 27 de enero de 2015
Enero 2015
Hablaré de un artículo que he encontrado y
me ha parecido muy interesante, espero que lo lean con interés.
¿Por qué el cerebro prefiere el papel?
El cerebro humano puede percibir un texto en
su totalidad como una especie de paisaje físico. Cuando leemos, construimos una
representación mental del texto. Al pasar las páginas de un libro de papel, se
realiza una actividad similar a dejar una huella tras otra por un sendero, hay
un ritmo y un registro visible de transcurrir de las hojas impresas.
En la época de la hiperconectividad, es
decir, en la que nos encontramos actualmente, cuando cada vez tenemos más
equipos que nos permiten leer y contamos con acceso a bibliotecas enteras en
formato electrónico, muchos siguen prefiriendo el papel. El libro tradicional,
la revista, el diario, siguen siendo favoritos.
Hablamos que en las pantallas se lee más
lentamente y, además, se recuerda menos. Hay “fisicabilidad” en la lectura. Las
personas necesitan sentir el papel al leer, el cerebro lo pide
inconscientemente.
Nosotros no hemos nacido con circuitos
cerebrales dedicados a la lectura, porque la escritura se inventó hace
relativamente poco tiempo en nuestra evolución: alrededor de cuatro milenios
antes de Cristo. En la niñez, el cerebro improvisa nuevos circuitos para leer y
para ello usa parte de otros dedicados al habla, a cuya habilidad se suma la
coordinación y la visión.
El cerebro comienza a reconocer las letras
en base a líneas curvas y espacios y utiliza procesos táctiles que requieren
los ojos y las manos. Los circuitos de lectura de los niños de 5 años muestran
actividad cuando practican la escritura a mano, pero no cuando se escriben las
letras en un teclado.
Más allá de tratar a las letras
individuales como objetos físicos, el cerebro humano puede percibir un texto en
su totalidad como una especie de paisaje físico. Cuando leemos, construimos una
representación mental del texto. La naturaleza exacta de tales representaciones
permanece clara, pero algunos investigadores creen que son similares a un mapa
mental que creamos de un terreno, como montañas y ciudades, y de espacios
físicos de interior, tales como departamentos y oficinas.
En paralelo, en la mayoría de los casos,
los libros de papel tienen una topografía más evidente que el texto en
pantalla. Un libro de papel abierto presenta dos dominios claramente definidos:
páginas de izquierda y derecha y un toral de ocho esquinas en la que uno se
orienta. La pasar las páginas de un libro de papel se realiza una actividad
similar a dejar una huella tras otra por un sendero, hay un ritmo y un registro
visible del transcurrir de las hojas. Todas estas características permiten
formar un mapa mental, coherente, del texto.
En contraste, la mayoría de los
dispositivos digitales interfieren con la navegación intuitiva de un texto y a
pesar de que los e-readers (haciendo honor al bilingüísmo), libros electrónicos
y tabletas replican el modelo de páginas, estas son efímeras. Una vez leídas,
esas páginas se desvanecen.
La lectura basada en pantallas puede
empeorar la comprensión, ya que es mentalmente más exigente e incluso
físicamente más cansadora que la lectura en papel. La tinta electrónica refleja
la luz ambiental al igual que la tinta de un libro de papel, pero las pantallas
de ordenadores, teléfonos inteligentes y tabletas hacen brillar la luz
directamente en los rostros de las personas y la lectura puede causar fatiga
visual, dolores de cabeza y visión borrosa. Muchas personas aseguran que cuando
realmente quieren centrarse en un texto, lo leen en papel.
Los aspectos sensoriales de la lectura en
papel importante a la gente más de lo que cabría suponer: la sensación de papel
y tinta; la opción de suavizar o doblar una página con los dedos, el sonido
distintivo de pasar una página, la posibilidad de subrayar, de detenerse y
tomar nota, hacen que se elija más el papel. Para compensar este déficit
sensorial, muchos diseñadores digitales tratan de hacer que la experiencia de
los lectores electrónicos (e-readers) esté tan cerca de la lectura en formato
de papel como sea posible.
La composición de la tinta electrónica se
asemeja a la química típica de la tinta, y el diseño sencillo de la pantalla se
parece mucho a una página en un libro de papel. Sin embargo, estos esfuerzos
hasta ahora tienen más efectos estéticos que prácticos.
El desplazamiento vertical puede no ser la
forma ideal de navegar un texto tan largo y denso como en los libros de muchas
páginas. Es probable que el organismo de los nuevos nativos digitales cree
otras redes neuronales que les permitan preferir lo electrónico al papel, pero
mientras tanto, hoy el resto de la población sigue prefiriendo el contacto con
las históricas hojas.
miércoles, 21 de enero de 2015
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